por José
Peñalver Sociedad de
Historia Natural del Mar
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Los olvidados de la
Historia Natural
Cuando oímos hablar de evolución, quizá el
nombre que primero se nos venga a la cabeza sea el de Charles
Darwin. Bien, no es incorrecto. Pero sí lo es el pensar que Darwin
fue el primer –o el único– evolucionista. Algunos naturalistas de la
época creían en la evolución de las especies incluso desde bastante
antes de que lo hiciera él, como su propio abuelo, Erasmus Darwin.
Lo que hizo Darwin fue elaborar una teoría que explicase el
mecanismo por el cual las especies sufren dicho proceso evolutivo:
la Selección Natural.
Ahora, por fin, tenemos una teoría y
un solo nombre estrechamente ligados. Pues no; volvemos a estar en
un error. En el mismo momento en el que Charles Darwin se devanaba
los sesos dando vueltas a su teoría tras su viaje a bordo del Beagle
alrededor del mundo, otro naturalista, Alfred Russel Wallace,
descubrió de manera independiente el principio de la Selección
Natural. Es decir, descubrió el mismo mecanismo y llegó a las mismas
conclusiones. Por increíble que parezca, el azar tiene estas cosas.
Esto no desmerece en absoluto el increíble legado que Darwin
dejó a la humanidad. Es, sólo, que Wallace también existe. Por eso
quiero romper una lanza en su favor. Y quizá porque hoy me he
levantado con unas ganas irrefrenables de recordar a los olvidados,
me veo en la necesidad de escribir sobre los otros “wallaces” del
mundo marino, los sirenios.
Siempre oímos hablar de que los
cetáceos (las ballenas, los delfines y las marsopas) son los
mamíferos mejor adaptados al agua y los únicos que desarrollan todo
su ciclo vital en su seno. Pues tampoco; nuevo error. Los sirenios,
orden que comprende a los manatíes y al dugongo, son mamíferos
acuáticos, tanto de agua dulce como salada, que no necesitan en
absoluto estar ligados a tierra. Durante su curso evolutivo, han
sufrido casi las mismas adaptaciones y los mismos cambios drásticos
en su anatomía y su fisiología que los cetáceos. No son tan
hidrodinámicos ni tan veloces, eso sí, pero ¿qué prisa hay cuando lo
que comes es hierba y ésta no va a salir corriendo cuando te ve
llegar?
El cuerpo de los sirenios, como el de los cetáceos,
tiene forma de huso, las extremidades superiores se han transformado
en aletas y las inferiores prácticamente han desaparecido. Se
impulsan gracias a una aleta caudal que, en el caso de los manatíes
tiene forma de pala, y en el del dugongo, de media luna. Son los
únicos mamíferos herbívoros estrictamente acuáticos (los
hipopótamos, por ejemplo, son herbívoros, pero salen a tierra, y los
cetáceos pasan toda su vida en el agua, pero son carnívoros). Aunque
no rumian el alimento, su dieta a base de algas y plantas acuáticas,
y su cuerpo más bien rechoncho y con una buena capa de grasa les ha
valido el nombre de “vacas marinas”.
Los sirenios actuales
tiene una longitud total entorno a los tres metros, pero la
extinguida vaca marina de Steller (Hydrodamalis gigas) tenía un
cuerpo de 8 m de longitud y 8 t de peso.
Esto no desmerece
en absoluto el increíble mundo de los cetáceos, por supuesto. Es,
sólo, que los sirenios también existen.
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