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No es de extrañar que decidieran darles ese
nombre. Medusa era la Gorgona a la que desafió Perseo, sus ojos
transformaban en estatua de piedra a todo aquel que la mirase
directamente y sus cabellos eran serpientes venenosas. Perseo
consiguió matarla usando el reflejo de su escudo a modo de espejo.
Luego, con su cabeza cortada y bien guardada, se fue a ajustar
algunas cuentas. La mitología griega, siempre ha inspirado a los
naturalistas, tal vez porque fueron ellos: los griegos clásicos, los
que nos enseñaron a pensar como pensamos y eso nos hace estarles
eternamente agradecidos.
Las medusas, al día de hoy,
pertenecen a un grupo muy especial. No solo son invertebrados como
todo el mundo dice, si no que están entre los pseudocelomados, lo
que viene a decir que, en su desarrollo embrionario, se quedan
bastante antes que la mayoría de los animales, más o menos en la
fase que para nosotros correspondería a las primeras horas, después
de la fecundación.
No son solo un animal en sí, si no la fase
con reproducción sexual de un pólipo. Podemos simplificar esto
diciendo que una medusa tiene un padre pólipo y un abuelo medusa,
engendrará a su vez, hijos pólipos y tendrá nietos medusas.
Los pólipos son bentónicos, están fijados a los fondos y no
poseen capacidad de desplazamiento, su reproducción es por gemación
y no tienen fecundación. Las medusas que generan si tienen sexos y
por lo tanto una reproducción con machos y hembras. También poseen
capacidad de movimiento y pueden ser arrastradas por las corrientes,
por lo que son consideradas las que colonizan ambientes y favorecen
la dispersión de la especie.
Durante este verano hemos tenido
noticias en todos los informativos hablándonos de la inusual
cantidad de medusas que se han encontrado en las costas
mediterráneas. Se ha llegado prohibir el baño en playas debido a la
enorme cantidad de individuos y en algunos casos se hablaba de
plaga.
Las causas apuntaban en dirección a los posibles
cambios en el clima y a la desaparición de tortugas marinas, ya que
son sus depredadores más comunes.
La ocupación de las playas,
la pesca irrespetuosa, la contaminación en general, los plásticos y
las colisiones con barcos son causas más que suficientes para que
las poblaciones de tortugas estén en claro declive pero esto no es
algo que no lleve pasando ya varios años. De forma que si bien si
pueden favorecer el descontrol de las medusas, tal vez no pueda
justificar por si solo, el aumento tan importante de este verano.
Todo parece apuntar a que las causas están en cambios
medioambientales ya que los pólipos, de los que antes hemos hablado,
no producen medusas con una estacionalidad determinada. Más bien lo
que hacen, es generar medusas cuando las condiciones de su medio,
sufren una variación que les haga sospechar algún tipo de amenaza,
ya sea física o química. Podemos así concluir que los pólipos
producen medusas como una respuesta a un cambio que pueda poner en
peligro al propio pólipo. Siendo este sistema, no solo un método
reproductivo, como también un medio de supervivencia para la
especie, ante un cambio brusco del medio.
Hace unos cinco
años en la manga del Mar Menor se vivió un episodio parecido, con
una gran invasión de medusas en esas aguas. Las lluvias torrenciales
de la primavera habían llevado hasta el mar cantidades ingentes de
fertilizantes de los cultivos circundantes. Estos habían alterado
las condiciones químicas del agua y propiciado una proliferación de
medusas, a partir de pólipos alarmados, que a todos sorprendió.
Las causas de lo que ha sucedido este verano habrá que
buscarlas en lo que paso anteriormente o lo que aún esta pasando y a
partir de ahí sacar conclusiones y soluciones. Nuestra especie, como
ya demostró Perseo, tiene recursos, si así lo desea, para resolver
muchos problemas. También nuestra especie también, tiene la
responsabilidad de hacerse cargo de aquello de lo que resultamos ser
la causa.
El cambio de enfoque que nos demanda este recién
estrenado siglo, implica “vivir en”, antes que “vivir de”, nuestro
tan precioso, acogedor y entrañable planeta.
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