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Cuando vemos un reportaje de naturaleza
en la televisión, solemos tener una visión mucho más parcial de lo
que nos suponemos. Así, cuando este se desarrolla entre corales,
peces multicolores y el azul turquesa del agua, siempre hay alguien
que dice: “mira, el fondo del mar”. Como ya presupongo que hablamos
entre y para buceadores, no hace falta que explique que, con esa
luz, el reportaje está grabado a no más de 10 metros de profundidad.
Esas cotas solo se alcanzan, en su inmensa mayor parte, en las zonas
costeras. Hasta que se acaba la “plataforma” (porción del continente
que esta cubierta por agua marina) y bajamos el abrupto “talud
continental”, no podemos hablar de auténticos y genuinos fondos
oceánicos. Ese, si que es el verdadero fondo del mar.
Cubre
aproximadamente el 73% de la superficie total del globo terráqueo, y
efectivamente, como ya dice la cultura popular, es menos conocido
que la superficie lunar, entre muchas otras cosas, porque la
superficie de la Luna es menor y tiene una buena parte
iluminada.
La corteza terrestre es en los océanos muy
delgada, unos 7 kilómetros, andando tardaríamos solo una hora en
cruzarla hasta el manto subyacente. El espesor de los continentes
ronda los 30 kilómetros, llegando a los 60 en zonas
montañosas.
Si analizamos la composición de esta corteza
oceánica descubriremos que es en su raíz mas profunda, Basalto.
Encima estarían los Gabros y según subimos a buscar en contacto con
el agua profunda, encontraríamos capas de sedimentos externos,
compactados por la inmensa presión del peso de las capas superiores.
Resumiendo e intentando aproximarnos a la cuestión de este
mes, el fondo del mar podemos describirlo como, un lugar a unos 2500
metros de la superficie, frío, oscuro y uniforme. Veamos esto con
más detalle. El agua obtiene su mayor densidad a los 2 grados
centígrados, lo que hace que cualquiera de las temperaturas por
encima o debajo de este valor, esté en cotas más altas, “flotando”
sobre una capa, que en cuanto se calienta o enfría,
asciende.
La luz, en el agua, no consigue llegar, en el mejor
de los casos, más allá de los 200 metros de profundidad. Aquí hace
ya más de dos kilómetros que se quedó por el camino.
Todos
los días una tenue capa de sedimentos de la superficie, cae en forma
de lluvia sólida. Son partículas microscópicas, diminutos esqueletos
de “plancton” que muere, cumpliendo con su ciclo vital, de la misma
forma que otros nacen, en la lejana superficie. Puede tardar días en
llegar hasta el fondo y, poco a poco, con la dimensión temporal de
los procesos geológicos, lo cubre todo con una capa que iguala el
relieve, que en su día, tuvo el fondo de basalto original más
profundo.
Queda una cuestión por responder, que lo correcto
seria formularla como si de una interrogación se tratase… ¿este
fondo está desierto? No, en contra de lo que cabría suponer,
sobreviviendo de la materia orgánica que cae de la superficie o de
ecosistemas que prosperan al margen de la energía solar, comunidades
de criaturas nacen, viven y mueren en este ambiente tan alejado de
los parámetros que nosotros consideraríamos normales. No podemos
olvidar que no estamos hablando de un lugar reducido, por lo tanto
solo nuestra perspectiva lo puede calificar de exótico. Como ya
afirmaba Ian Malcom en “Parque Jurasico”, viéndolo todo desde su
óptica de matemático: “la vida se abre paso, aún en los ambientes y
circunstancias que puedan parecernos mas adversos”. Dejemos para
otra ocasión (talvez el próximo mes) la aproximación a la ecología
de esas comunidades, que aunque comparten el planeta con nosotros,
son de otro mundo.
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