Hace unos años, en una entrevista, me
preguntaron por la utilidad de la biodiversidad, en concreto la
pregunta era: ¿Para qué sirve la biodiversidad?
Tengo que reconocer que me desconcertó, me
quedé mirando detenidamente a su grabadora mientras meditaba mi
respuesta con mucho tiento.
La biodiversidad es una de las estrategias que
tiene la vida, la biosfera, la comunidad de seres vivos, el
ecosistema o como queramos llamarlo (algunos lo resumirían todo
refiriéndose a "Gaia") para defenderse de las posibles extinciones.
Podríamos decir que cuanto mayor sea la variedad de especies y mayor
su cantidad de individuos, mejorarán sensiblemente sus posibilidades
de supervivencia ante catástrofes que puedan generar extinciones
generalizadas.
La cantidad de especies indica también una
buena salud evolutiva, estaría también relacionada con lo que
llamamos "especiación". Este es un proceso mediante el cual se
producen nuevas especies. No todos los ecosistemas son proclives a
favorecer la "especiación", por eso apreciamos aquellos que la
propician. También es un buen síntoma de distribución de la energía
en dicho ecosistema. A la vida le gusta repartir la poca o mucha
energía que reciba entre el máximo de individuos.
Pues bien, la biodiversidad en este 2007 está
algo más maltrecha, ya que una de las noticias con las que nos
despidió el año que dejamos es que el delfín de río más esquivo,
tímido y raro de toda Asia está "funcionalmente extinguido". Se le
buscó durante los últimos años con todo tipo de medios, pero el
Baiji lleva ya unos meses que no da señales de estar ahí.
"Funcionalmente extinguido" quiere decir no
solo que no se le ha detectado, sino que, aunque quedasen algunos
especimenes, no se podría garantizar su éxito reproductivo.
La población de estos animales nunca se estimó
muy abundante, lo cual debería habernos advertido sobre su
fragilidad ya que las causas de su extinción apuntan a lo que todos
sospechamos: sobre pesca, contaminación, falta de respeto a su
hábitat, colisiones con embarcaciones y ocupación masiva de sus
zonas de cría. La famosa presa de "Las tres Gargantas" ha generado
problemas de comunicación entre las poblaciones de Baiji y
probablemente fomentado la endogamia y, sin duda, una falta total de
planificación del crecimiento de las ciudades que dan al río habrá
aumentado la presión sobre esta especie ya tan acosada.
Los delfines de río viven en los cursos
fluviales más importantes del planeta, Amazonas y Orinoco ("Inia
geoffrensis"), Ganges ("Platanista gangetica") e Indo ("Platanista
minor")... y hasta hace un tiempo el Baiji ("Lipotes vexillifer"),
en el Yangtze.
Existen también especies originalmente marinas
que frecuentan con asiduidad los cursos de agua dulce como el Tucuxi
("Sotalia fluviatilis") que cuenta con una población estable en los
ríos Amazonas y Orinoco, además de distribuirse por toda la costa
Atlántica.
A su vez tenemos una especie de delfín fluvial
que retornó al ambiente marino: la Franciscana ("Pontoporia
blainvillei").
Estos grupos de delfines de río conservan
características muy similares entre ellos: hocicos afilados, colores
claros, cuello articulado, ojos poco desarrollados y tamaños
generalmente reducidos. Su lejano parentesco filogenético entre los
géneros y familias nos lleva a pensar que las coincidencias se deben
a lo que se denomina convergencia evolutiva y no a un arrastre
genético.
Es justamente este proceso de convergencia
evolutiva lo que nos lleva a comprender que ciertos ecosistemas son
exigentes en la medida en la que todos los seres que ocupen ese
nicho ecológico, aunque sean en diferentes ambientes geográficos,
tendrán que estar modelados con las mismas disposiciones. Lo cual, a
largo plazo, los hará parecerse mucho aunque provengan de grupos
genéticamente distantes.
Tal vez esto sea otra utilidad de la
biodiversidad, la de enseñarnos cómo tienen que ser las especies
ajustadas a un ambiente concreto.
Tal vez, también quiera mostrarnos lo frágiles
que pueden ser ciertos animales y plantas no sólo como individuos,
sino en su concepto más trascendental como es el de especie.
También puede intentar enseñarnos lo que
tenemos entre manos y lo que esta en juego.
Tal vez nos esté diciendo que lo más hermoso y
delicado, como si fuera espuma de vidrio, es también lo primero que
puede romperse.
Al final de todo, quizás lleguemos a la
conclusión de que la biodiversidad nos habla a gritos, pero solo
entre líneas.
la última
canción del baiji
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